Derecho a morir
A la vista de los comentarios de algunos a cerca de la muerte de Eluana Englaro me apetece comentar tres aspectos:
1 - Nuestra vida nos pertenece y por tanto podemos prescindir de ella cuando nos parezca oportuno. Mi vida es mía y de nadie más.
2 - Dejar morir a alguien no es un asesinato. Evidentemente, lanzar a alguien por la borda de un barco y dejar que se ahogue es un crimen, pero no dar alimento a una persona hambrienta (por mucho que digan los socialistas) no lo es (aunque nos parezca inmoral en algunas circunstancias).
3 - En el momento en que una persona pierde de forma permanente toda capacidad de actuación y decisión es inevitable que alguien se haga cargo de ellas. Las únicas alternativas que hay son que se delegue en sus familiares más cercanos o en algún tipo de comité, asamblea, jurado... formado por terceros.
De las dos alternativas, igual que en el tema de la educación, parece innegable que la primera ofrecerá mejores resultados.
En este caso concreto, entre la decisión de un padre que lleva 17 años luchando por lo que cree correcto, y la opinión de un puñado de entrometidos políticos, funcionarios y tertulianos de salón, más preocupados por la opinión de las masas y sus propias creencias que por Eluana, no hay lugar a la duda.
Descansa en paz Eluana, siento que tardases tantos años en poder hacerlo.