martes, noviembre 30, 2004

Dos problemas, una solución.

He leído un comentario en mi última entrada sobre los biocombustibles que me ha llamado mucho la atención.
Afirma Golan que:

No veo muy claro lo acabar con el parasitismo cuando la práctica totalidad de los cultivos que actualmente se usan para producir biocombustibles están ALTISIMAMENTE subvencionados.

Esta afirmación obvia la situación actual del campo. El principal problema al que se enfrentan los agricultores es, precisamente, un exceso de oferta. Se produce mucho más de lo que el mercado esta dispuesto a asimilar. Es por ello que surgieron las ayudas desacopladas y se crearon los precios de intervención.
En mi opinión (ojo, de mero aficionado) si se hubiera dejado al mercado ajustarse libremente los agricultores menos eficientes y las tierras menos productivas hubieran ido dejando la escena hasta equilibrarse la oferta con la demanda y las perspectivas de negocio.
Evidentemente el de los agricultores, es un grupo de presión muy fuerte y nuestra clase política no se atrevió a dejarlos a merced de la competencia (ni de la exterior ni de la interior) decidiendo otorgarles diversas ayudas y subvenciones para mantener a todos en activo.
En lugar de deshacerse del exceso de oferta, se concedían ayudas que no remediaban el problema si no que lo agravaban. Las ayudas ligadas a la producción fomentaron la producción descontrolada y de baja calidad: Altas densidades de plantación y escasa inversión productiva daban lugar a penosas cosechas que en muchas ocasiones ni tan siquiera eran recolectadas y sólo servían para chupar del Estado.
Las ayudas desacopladas de la producción solamente consiguieron que fueran las peores tierras las destinadas a barbecho, tierras que no eran dedicadas a otros fines más productivos si no que se mantenían únicamente para cobrar subvenciones.
Y todo esto sin contar la abundante picaresca que surgió para aprovecharse de todos estos cobros.
Por otra parte, se fomentó una agricultura altamente ineficaz. El futuro de "nuestro" campo frente a la competencia internacional pasa por la aparición de grandes explotaciones (eso a lo que algunos se opondran en su desfasada lucha contra el latifundio), tan comunes en otros paises, que adopten técnicas y tecnología de alto rendimiento. Pero la situación actual es diametralmente opuesta. Las grandes explotaciones cobran elevadas ayudas y no necesitan arriesgarse a buscar altos rendimientos, por lo tanto, ajustan sus gastos e inversiones conformándose con la ayuda estatal y una producción muy mediocre.
Por el contrario, son las pequeñas explotaciones las que más fuertemente apuestan por la producción, pues las ayudas no son suficientes para poder vivir únicamente de ellas. Es por ello que nos encontramos con grandes explotaciones atrasadas tecnológicamente y con pequeñas explotaciones con equipamiento actualizado pero poco eficaz (maquinaria de gama baja y escaso rendimiento).
Un aumento en la demanda podría estimular el mercado y permitir al político de turno eliminar la insana política subvencionadora agraria actual.
No hay que olvidar que el fin de estas políticas podría permitir a muchos agricultores del tercer mundo colocar sus productos en occidente y salir así de la pobreza. Por no hablar de los beneficios que podría tener para muchos países subdesarrollados el desarrollo de una industria dedicada a la producción de biocombustibles.

En cuanto a la mejora del medio ambiente, permiteme discrepar de la noción de que multiplicar varias veces (tantas que tal vez ni haya suficiente) el total de superficie terrestre dedicada a cultivos agrícolas suponga una mejora medioambiental.

No veo problema. Como ya he comentado antes la superficie cultivada actualmente podría aumentar mucho su productividad. En muchos países poco desarrollados la falta de tecnología y material les impide alcanzar niveles de producción adecuados y en los más desarrollados aunque se tienen los medios, se esta lejos de alcanzar estos óptimos entre otras cosas, y como ya hemos visto, por la falta de demanda. Un aumento de esta (y por tanto en el precio) permitiría aplicar mejores técnicas (espero que la agricultura de precisión sea pronto una realidad), por no hablar del potencial de los OGMs en este campo pues no habría trabas ni demagogia al no ser estos productos destinados al consumo si no a la fabricación de combustibles.