jueves, marzo 17, 2005

Ayudas agrarias, el subsidio que no cesa

Es una pena el enfoque que ofrece El Mundo frente a las ayudas agrarias. Aunque probablemente se deba a la fuente de inspiración de la noticia no dudan en titular con su habitual tono sensacionalista:

“90.000 mozambiqueños viven con el mismo dinero que reciben de la UE siete terratenientes españoles”

Y es que siete grandes propietarios recibieron más de 14 millones de euros de la UE en 2003. Como diría Bauer, la Política Agraria Común es un excelente método para transferir dinero de los pobres de los países ricos de Europa a los ricos de los países pobres de Europa.
Y no sólo eso si no que como efecto colateral sirve para dificultar el crecimiento de los países subdesarrollados.

Es cierto que el campo esta siendo abandonado y cada vez hay menos explotaciones. Pero esto, lejos de ser algo negativo, es una buena noticia. Para empezar, la gente prefiere dejar un medio de vida tan duro. El campo no entiende de horarios ni festividades y además es un negocio altamente arriesgado donde la mercancía está constantemente a merced de los caprichos de la naturaleza.

La interminable lluvia de ayudas en lugar de subsanar la situación (como toda intervención) únicamente ha servido para prolongar la vida del enfermo. Se han proporcionado ayudas ligadas a la producción, y esto ha fomentado la sobreexplotación y una fuerte disminución de la calidad. También se han probado ayudas desacopladas, y esto ha incentivado el abandono de parcelas poco productivas pero a su vez ha permitido a los agricultores mantener cómodamente sus explotaciones sin necesidad de trabajarlas ni modernizarlas. En conclusión, tenemos una agricultura ineficiente, dependiente y con años de retraso.

Igual que se han industrializado la mayoría de las manufacturas, va siendo hora de industrializar el campo. Nadie reclamaría a día de hoy (exceptuando a algunos primitivistas) ayudas para mantener activos talleres artesanales de cristalería y si alguno persiste es, en general, gracias a una demanda de productos de alta calidad o tradicionales o puramente de lujo.

El agro, en la actualidad, exige un alto grado de profesionalidad y modernización. Las pequeñas explotaciones deben desaparecer y dar lugar a grandes explotaciones de alto rendimiento, es igual si estas están a cargo de terratenientes, grandes empresas o cooperativas, lo importante es poder dar un buen producto a un precio competitivo.

De esta forma el mercado se regulará sólo, las explotaciones incapaces de competir con los productos del tercer mundo deben cerrar y permitir a los países subdesarrollados comercializar sus productos facilitando su desarrollo y modernización. Los agricultores europeos más productivos y eficientes, seguirán teniendo su hueco en el mercado pero no a costa de esquilmar al resto de trabajadores y competir deslealmente con los países pobres.