Arde Galicia
Ya no recuerdo cuántos días lleva instalada esta nube negra encima de Pontevedra. ¿Tres? ¿Cuatro? Me temo que he perdido la cuenta. El olor a monte quemado es constante y del cielo caen incesantemente cenizas y trozos de vegetación calcinados. Paseando por la calle a veces tengo la sensación de caminar a través de la niebla. Pero ésta es una niebla que se mete en la garganta hasta hacerte toser. Una niebla que huele a infamia, a destrucción, a catástrofe...
Los helicópteros de extinción y los Canadair vuelan de un lado a otro durante todo el día, luchando contra unos incendios cuyo número se acerca ya peligrosamente al centenar. Mientras, en tierra, las sirenas de los bomberos son un sonido de fondo ya habitual. Los vecinos colaboran con las cuadrillas en este combate desesperado contra el fuego, en el que desgraciadamente uno de ellos se ha dejado la vida. Con ésta, son tres la víctimas mortales causadas directamente por el fuego en la provincia de Pontevedra durante los últimos días.
Me siento impotente al ver cómo ardemos por los cuatro costados, y la certeza de que la mayoría de estos incendios han sido provocados me parte el alma. ¿Qué hacer con los malnacidos responsables si es que alguna vez se llega a dar con ellos? ¿Qué porcentaje de incendios se debe a negligencias? ¿Cuántos son intencionados? ¿Qué les lleva a prender fuego a nuestros montes? ¿Simple piromanía? ¿Intereses urbanísticos? ¿Intereses forestales?
Demasiadas preguntas. Ojalá sepamos pronto las respuestas. Y ojalá que el monte deje de arder cuanto antes.
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