Lecturas
Hoy quiero invitarles a leer tres artículos que me han parecido recomendables.
John Jennon decía que la vida era eso que pasaba mientras tú estabas ocupado haciendo otras cosas. Pues los problemas de la educación son un poco así: estamos de acuerdo que no hay nada más importante, pero los vamos aparcando mientras nos perdemos por los montes de Úbeda de los Estatuts y otras zarandajas.
Gabriel Laguna es un profesor de Filología Latina que un día decidió luchar contra el poder establecido en la Universidad. Nos cuenta la experiencia en su blog Tradición Clásica.
Volviendo a la actualidad, Juan Carlos Escudier, nos da una lección de historia en elconficencial.com, donde nos explica las similitudes y diferencias entre la España de 1932, cuando se aprobó el primer Estatut de Cataluña, y la actual. Una muestra:
Aquel 27 de mayo, el presidente del Gobierno Manuel Azaña pronunció uno de sus discursos más célebres. Reconoció la existencia de hechos diferenciales, criticó a los monopolizadores del patriotismo y aseguró que uno de los mayores errores que podía cometerse era contraponer los sentimientos de Cataluña a los de España: “Cataluña dice, los catalanes dicen: queremos vivir de otra manera dentro del Estado español. La pretensión es legítima; es legítima porque lo autoriza la ley, nada menos que la ley constitucional. La ley fija los límites que debe seguir esta pretensión, y quién y cómo debe resolver sobre ella”. Al concluir su intervención de tres horas, Companys profirió un “¡Viva España!” al que Azaña correspondió con un “¡Visca Catalunya!”. Las Cortes enardecidas dieron vía libre a la tramitación del Estatuto. “Con un discurso así sí que se puede mandar a los catalanes”, declararía Jaime Carner, nacido en El Vendrell y ministro de Hacienda.
Las comparaciones serán, por tanto, inevitables, pero las diferencias son abrumadoras. La primera y obvia es que ni Zapatero es Azaña, por mucho que trate de emularle con un largo e intenso discurso que sus asesores llevan tiempo preparándole, ni Carod Rovira se parece a Companys, y posiblemente enfermaría de urticaria antes de dar vivas a España. La segunda y fundamental es que lo que se plantea en la actualidad no es si Cataluña tiene o no derecho a vivir de otra manera dentro del Estado. Lo que realmente se debate es si la Cataluña que se plasma en la propuesta de Estatuto tiene cabida en el Estado. Con independencia de si son uno o cien los artículos inconstitucionales o si el término nación es o no aplicable, el mal de origen es conceptual: una parte se dirige al todo de tú a tú, en condiciones de igualdad, algo sencillamente inaceptable.
Finalmente, José Hervás Garcés, en su última columna en Estrella Digital, nos acerca a la serie de artículos que el Financial Times le ha dedicado a La Caixa. El diario económico condena la limitación de la responsabilidad de sus gestores, la dependencia política de la institución y las estrechas relaciones de sus consejeros con el Gobierno socialista. El salmón advierte, así mismo, de la concentración de riesgos de La Caixa al tener unas inversiones de más de 11.000 millones de euros en sólo tres empresas como son Repsol, Telefónica y Gas Natural, cuando tiene una base de capital de sólo 18.000 millones de euros, riesgo que ha de aumentar si triunfa la OPA. Todo esto lleva al diario a decir que La Caixa es “evidentemente retrógrada” por la combinación de su proyecto expansionista y la limitación de su responsabilidad.
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